Este
martes el chavismo convocó a una movilización en apoyo a Nicolás. Las imágenes
transmitidas por la oficialista VTV (televisora del PSUV supuestamente de todos
los venezolanos) mostraban una nutrida concurrencia, aunque hay que anotar que
las tomas de cámara siempre eran desde un mismo ángulo: la tarima desde donde
el dictador evacuaba su diarrea mental por sus fétidas y cloacales fauces.
En
contraste, los videos que inundaban las redes sociales por Internet, filmados
por los presentes en el sitio y desde edificios cercanos, mostraban una
historia distinta: un grupo pequeño de
personas desplazándose hacia el punto de concentración y un número exiguo de “simpatizantes”
–con toda probabilidad arreados bajo amenaza o contratados con recompensas-
sentados y deambulando por la Plaza Caracas. Cero entusiasmo, muchos
enfrascados en conversaciones privadas y sus propios asuntos, con los gritos
del sátrapa, quien vociferaba rodeado de acólitos con rostros de velorio y una
Cilia de sonrisa fingida muy forzada, de fondo.
Al
tiempo de que en todo el territorio del país la dictadura desata una brutal
represión arremetiendo sin brújula ni foco contra todo lo que considera
amenaza, es decir, contra todo el que piensa distinto, Nicolás evacuó –no pronunció,
evacuó- un discurso (perdone el lector cualquier asociación escatológica, pero ya
es tarea imposible hablar de chavismo sin pensar en detritos) en el que amenazó,
insultó, rezó, cantó, rogó, imploró, mintió, prometió toda clase de obras y
misiones para el pueblo, ofreció cualquier cantidad de beneficios populares, pataleteó
e hizo pucheros sin duda movido por el pánico ante la marcha opositora del 1S.
Quizás
el recurso más burdo y desesperado de Nicolás en esa trágica ocasión para el
chavismo, fue su imitación de su padre galáctico supremo. Las destempladas
desafinaciones cantando como lo hacía el inefable Hugo, la tesitura de la voz,
el timbre, la pronunciación, el fraseo eran fieles al original. Una imitación
perfecta que debe despertar la más profunda envidia de Rolando Salazar.
Y
sin ningún pudor. No tuvo ni dudas ni reservas para plagiar groseramente al
centauro choro de Sabaneta cuando exclamó: “¡Mi vida ya no me pertenece, mi
vida le pertenece al pueblo!” (Suponemos que al pueblo de Cuba o al de
Colombia, porque el venezolano que lo rechaza en un 95% según todas las
encuestas, no quiere saber nada de él), tal como vociferó el galáctico poco
antes de que Dios se la quitara.
En
cada frase que emanaba del albañal que desemboca en sus labios, por lo menos
una vez aparecían las palabras “pueblo” y “patria”. Además de amenazar a la oposición
con tomar las armas “junto al pueblo” si la Toma de Caracas devenía en golpe de
estado, insistió repetidas veces en que solamente con Nicolás Maduro -el
Presidente Obrero de prominente abdomen y doble papada- el pueblo tiene
garantizado el poder político y económico del que goza actualmente. Conste que
se refería al mismo pueblo que hace interminables colas para comprar las escasas
comida y medicinas, que hoy está famélico –o escuálido, mejor- por el hambre
causada por hiperinflación y desabastecimiento, y que escarba en los basureros
para buscar sobras con qué alimentarse para sobrevivir precariamente.
Pero
sobre todo, Nicolás mintió y mintió. Igual que lo hace Diosdado Cabello cuando
denuncia la violencia opositora con un garrote en la mano. Como lo hacen Jorge
Rodríguez, Aristóbulo Istúriz, Pedro Carreño y todos los jerarcas chavistas
cuando denuncian golpes de estado y conspiraciones. Como lo hace hoy Jesús
Farías cuando informa al pueblo que no tiene para comer y está siendo devorado
por la inflación y la escasez, que “la economía se estabilizó” (se estabilizó
en la ruina, como un cadáver se estabiliza en la muerte).
Cuando
vemos a Nicolás y a la jerarquía chavista mintiendo reiteradamente de esa manera,
repetir ad infinitum el cuento del
amor y apoyo del pueblo; del amplio respaldo popular de que goza el gobierno; de
las maldades ejecutadas por la oposición; de la Toma de Caracas por el pueblo
opositor para quemarla y destruirla; de la salvación del país por obra del
chavismo; de la construcción de la patria -que en realidad hoy cruza las patas-
por parte de la revolución; de la independencia energética y alimentaria
conseguida por el socialismo del siglo XXI; del fortalecimiento de PDVSA –la misma
PDVSA que está en terapia intensiva y cada día produce menos petróleo-; del
rescate de la agricultura y del sistema eléctrico nacional; de los logros de la
revolución; de la Perrarina que comía el pueblo en la democracia y que hoy es
incomprable por su precio; de los planes
subversivos de una oposición que no necesita ser subversiva debido al rotundo y
notorio fracaso del régimen y de la total pérdida de su base popular; de los
explosivos y demás material de guerra que supuestamente les encontraron –entiéndase
sembraron- o les encontrarán a Yon Goicoechea, a Delson Guárate, a Lester Toledo, a Pancho y Gabo, a Carlos Melo, a
David Smolansky; de la participación de Antonio Ledezma y María Corina en
golpes de estado (recuérdese, aquí sólo los chavistas están autorizados para
dar golpes de estado); de los crímenes cometidos por los presos políticos que
no son presos políticos sino “políticos presos”; de los planes terroristas de
Voluntad Popular y otros opositores; de la fulana “guerra económica” que sólo
existe en el discurso de los jerarcas revolucionarios; de los delitos de la
oligarquía, la burguesía y “los pelucones” en contra del pueblo; en fin de toda
la sarta de mentiras con las que al más puro estilo fascista pretenden borrar
la realidad y sustituirla por su versión “oficial” de la misma; nos recuerdan
la frase de Goebbels (quien la aprendió de los soviéticos) “una mentira
repetida mil veces se convierte en verdad”.
Pero
esa idea goebbelsiana corresponde a un mundo en el que no existían Internet,
YouTube, las redes sociales y el omnipresente e implacable teléfono inteligente
con cámara que con sus imágenes no perdona intentos de mentir. La tecnología hizo
obsoletos a Goebbels y a todos los métodos fascistas de dominación sustentados
por la mentira. Mentir en la Era de la Globalización y la Informática es una
imposibilidad absoluta.
Pero
el chavismo, dinosaurio del Jurásico como todo comunismo marxista, se resiste a
aceptar su condición de “cosa del pasado”, de especie extinta, de fracaso y
error histórico, de cadáver político en estado de descomposición, e intenta
desesperada e inútilmente sobrevivir únicamente sostenido con las armas y la
violencia, soñando con un apoyo de la FANB y de un pueblo que perdió
absolutamente. De una FANB que ya el 6D le dijo que estaba del lado del pueblo
y que mañana tendrá muchísimas más razones para continuar del lado de ese
pueblo, pues la situación del país se ha deteriorado vertiginosamente.
Goebbels
murió, el fascismo marxista murió, el
chavismo murió. Y el pueblo venezolano renació en todo su esplendor, como se
verá en la marcha del 1º de septiembre.
Leonardo
Silva Beauregard
@LeoSilvaBe